lunes, abril 17, 2006

El Diablo es mi Copiloto

LA JUVENTUD SIN ROSTRO
Por: HL


Es un tema muy poco frecuente, pero que finalmente existe. El suicidio infantil.

Sí, aunque cueste creerlo, en Chile regularmente se producen sucesos de este tipo.

Aunque no son muy numerosos, de hecho en la última década han muerto nueve niños menores de diez años, sí es un caso preocupante tanto para los psicólogos como para los padres.

Uno de los puntos más influyentes en estos casos, es la capacidad de diferenciar la realidad con la ficción. Y es esta última palabra donde tiene gran culpa una de las invenciones más grandes de la historia humana: la televisión.

Dragon Ball Z, Yu-Gi-oh, y todo el concepto generado por los programas de deportes extremos y lucha libre, han sido los más anunciados por siquiátras que estudiaron los casos.

De la población infantil de Chile, sólo el 2% puede llegar a transtornarse, según lo profesionales, pero no deja de llamar la atención la proliferación de este tipo de programas tanto en la televisión chilena como en la mundial.

El agresivo mundo actual sólo le esta heredando a las nuevas generaciones más violencia. Y lo que es peor, los niños de hoy en día no son iguales a los de 30 años atrás. Claro, el Internet, y por consiguiente la Globalización, ha permitido que los chicos desarrollen otro tipo de habilidades más temprano, pero todo influye al llegar a la adolescencia y la adultez, muchas veces para mal.

Todavía nos impresionan las tasas de embarazo juvenil, tabaquismo infantil con niños de diez años fumando (sí, diez años), la drogadicción. Sin embargo, parece que no se ha entendido aún que todo lo que se aborrece, las barras bravas, las pandillas juveniles, los cada vez más lanzas en los centros de gran afluencia en las ciudades, son producto de lo que nosotros mismos hemos ido entregando.

¿Factores? Pueden haber muchos. Incluso se ha dado la excusa de que la generación anterior fue la "perdida" por la censura que provocó el Gobierno Militar y que ahora recién estaría tratando de mostrarse al mundo.

Por eso toda la juventud de hoy no se identifica como tal. Está perdida. No tiene un valor por el cual luchar; así como los hippies en su época lo hicieron por la paz y el amor.

La culpa de que esta juventud se esté desperdiciando es de la generación anterior a la nuestra, pero ¿qué será la de posterior a ésta?.

No se está entregando nada los futuros jóvenes. Y los medios que pueden hacer algo por cambiar esto tampoco ayudan. La televisión nos pudre con la idiotez. El Internet embrutece e impacta con el porno a diestra y siniestra.

Y celebramos que un borrachito sea la estrella del Festival más importante del país. Y nos reímos con un personaje homosexual que con ventilador lanza y lanza garabatos a quien quiera recibirlos. Y nos deleitamos con un titular que dice "Me gusta que me peguen". Todo mal.

¿Se puede cambiar todavía algo? La respuesta, lamentablemente es inconsciente: dejémoselo a la próxima generación.

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