Infiel

Clavó el cuchillo en su pescuezo. El metal afilado atravesaba la garganta del animal.
En verdad, él se sentía un animal.
La civilización era un sueño para él.
Un rasguño recorrió su espalda mientras sus manos temblorosas seguían tratando de terminar cuanto antes este calvario.
Encerraba en su mente una isla física y otra imaginaria. Un cúmulo de ilusiones que se desvanecían cuando se veía rodeado del inmenso mar.
Recordaba el día en que sus sueños se estrellaron como aquel avión.
Los cuerpos consumidos por el sol, eran sólo huesos, que él aprovechó para sobrevivir.
Reunió fuerzas para seguir su procedimiento. La sangre que se desparramaba por la arena dejaba un mapa de sus heridas. Ya no diferenciaba si eran suyas o del animal.
Perdió la calma.
La saliva corría por su mentón y caía en su torso desnudo.
Apretó con fuerza el cuchillo. Un aullido rebalsó sus lágrimas contenidas.
El animal desgarbado aún pestañaba, sus patas trataban de zafarse del cordel que la mantenía juntas, sus orejas ahora estaban gachas y su lomo parecía erizado como el de un gato.
El hombre puso su mano en el hocico del perro esperando el rechazo, pero éste lo lamió como de costumbre.
Mientras más sangraba el animal, menos quería hacerlo. Pero de ello dependía vivir. De su carne se alimentaría un par de días más mientras hallaba la forma de salir del medio del océano.

El animal a través de los ojos del hombre se reflejó. Vio a su amo a quien acompañó toda su vida.
Se escuchó un último aullido.
Había matado a su mejor amigo. El remordimiento consumió al hombre que sentenciaba su desgracia. Agarró el cuchillo y lo clavó en su pecho. No sentía dolor, ya estaba muerto por dentro.

Romina Carpa

[Muchas gracias y esperamos que al igual que ella se animen y hagan lo mismo. Grupo EL NICHO]